El verano no era esto (pero qué demonios).
No sé en qué momento se nos ocurrió que el verano tenía que parecerse a un anuncio de perfume. O a aquellos viejos comerciales de Coca-Cola en los ochenta. Todo impecable, con cuerpos dorados, terrazas sin ruido y libros leídos en una sola sentada. El verano real —el mío, al menos— llega con ojeras del…