Adjetivo
1 formal
Que durará para siempre, que no tendrá fin.
2 formal
Que se prolonga muchísimo, que parece no tener principio ni fin.
Sempiterno tal vez sea, el término más hermoso del castellano, en momentos en los que, necesitamos esperanza o un clavo ardiendo.
En el extenso imaginario colectivo, residen en esencia la cuestiones o personas que no conocen un final. Sentimientos, pasiones, anhelos o simples gustos por algo, por alguien.
Cada ser humano y por distintas razones, en algún momento de su vida, desea, precisamente porque no es posible: que algo, una vez comenzado, jamás termine.
Un episodio de O.C, El guardián entre el centeno, Hallelujah de Jeff Buckley con permiso de Leonard Cohen, una visita al cantábrico, Los Soprano, un abrazo a mi abuelo, el sentimiento de libertad de los quince años, la amistad del instituto, un articulo de Gistau, el primer beso que de verdad he sentido, quedarme impávido ante el retrato de Carlos I de van Dyck en la National Galley, vivir la experiencia en Estados Unidos sin nada que me atara, sin miedo a perder. ¡Joder, qué feliz he sido!
Todo eso, que maldita sea no podremos volver sentir por primera vez.
No se engañen, es una falacia lo de la primera vez, cómo va a ser lo mismo hacer algo por primera vez, que sentirlo por primera vez. Y, es que no hay nada como sentir de verdad lo que estás haciendo. Sin nadie que te imponga nada, sin que nadie te diga como te debes sentir o qué hacer.
Aún recuerdo mi piso en Little Venice, Londres, lo feliz y libre que me sentía en una ciudad tan dura pero tan amable al mismo tiempo, donde descubrí y experimenté el verdadero valor de la soledad, el poder de hacer todo por uno mismo, sin red, ni paracaídas. El triunfar o morir, en el mundo del fútbol o en los toros lo llaman puerta grande o enfermería. Todo esto forjó el carácter de quien soy y, de lo que nunca más seré.
Trataré de dejar de tener miedo: a empezar de cero, no hay mejor punto de partida que ése (tal y como dice Pablo Guerrero) o simplemente a decir no.
Desde luego no volveré a tener miedo de sentir miedo. Ni a volver a irme. Ni de pedirle menos a la vida. Ni de aprovechar lo que quede en pie después de todo.
Sempiterno es como el gol en el minuto 93, te lo da todo y es, precisamente ése todo, lo único que queda para siempre.