La carcoma es imperturbable, al igual que la manecilla de un reloj, pase lo que pase hace su trabajo de precisión
La sociedad hoy en día no sabemos hacia donde se dirige, tratar de explicarlo resulta, por tanto, algo casi imposible. Es irónico, ¿no creen? Es tanto como decir que el vacío no equivale a nada. Si fuese un show televisivo al puro estilo sitcom tendría su gracia.
Tengo la sensación, una vez más, de que la televisión ha dejado de entretener para educar, justo lo contrario de lo que en teoría debería ser su misión. Nos educa al igual que el resto de los medios de comunicación en una doctrina según el entorno elegido. En pocos minutos y de forma gratuita, se pueden sentir ganas de invadir Polonia o querer que Polonia te invada.
Otra cosa no, pero el adoctrinamiento es barato. No digo que sea sencillo.
La prensa, no toda, pero sí en su mayoría destila un olor comercial hacia el poder, en Argentina lo llaman franeleo, al referirse a esa sensación de masaje perpetuo a los que están arriba. Si no han leído a David Jiménez y su novela El Director, están tardando.
Que haya periodistas poniendo en duda que publique El Director prueba lo necesario que es el libro. Se dice en un pasaje: a los periodistas nos gusta contar una buena historia, pero no la nuestra.
No puedo estar más de acuerdo con el autor, no en todo, no sobre todos, pero sí con esa afirmación rotunda que se extiende en su obra hablando de la limpieza en el oficio de contar la verdad. No tendrán legitimidad ante nosotros, la gente, hasta que limpien su casa y sencillamente cuenten solo aquello que sucede.
Los partidos políticos, como marcas, designan a otras marcas para contar el escenario social y, nosotros, pobres de nosotros, solo vemos el enfoque dickensiano de la vida, de lo que nos sucede o sobrepasa.
A mí el poder de facto me recuerda al cocinero Nazi que aparecía en un fabuloso episodio de la serie Seinfeld. Ordenaba la cola en su pequeña tienda de Manhattan con autoridad, si al llegar tu turno para pedir su famosa sopa, dudabas o pedías algo que habían olvidado añadir, te mandaba al ostracismo, por decirlo de forma suave. Al menos te devolvían el dinero, pese a quedarte sin la codiciada sopa
Está claro que lo que sucede en una gran serie es divertido y estimulante. En la vida, no lo es.
La política, los políticos, el sistema, los medios de comunicación, la economía. Todo este gran fraude montado a su alrededor necesita un espejo delante. Un tratamiento de choque para que vean el ridículo de sus acciones y de cómo las blanquean terceros.
Porque no se engañen: la ideología, la superioridad moral, la política acomplejada de otros es el verdadero problema. No recuerdo quién lo contaba en Twitter hace tiempo: como no va a ser verdad lo que dicen en la tele si es justo lo que yo pienso.
Un alma grande, Anaïs Nin, dio forma a una de las mejores citas de la historia no vemos las cosas tal como son, las vemos como somos nosotros.