Seremos todos idénticos ante la ley, pero nunca ante la nostalgia.
La nostalgia tiene tantos detractores como tuvieron genios como Guti o Curro Romero. Nostalgia es todo eso que, maldita sea, no volveremos a sentir por primera vez.
La nostalgia te gusta o te da una punzada en el estómago, es como el amor a quemarropa y, joder, qué quieren que les diga, siento nostalgia de todo aquello que se me fue sin poder yo retenerlo.
No existen dogmas de fe, ni puristas con respecto a la nostalgia. Sería un sinsentido afirmar que, para todos, un tiempo pasado fue mejor, ni que todos sentimos por igual aquello que ya no está en nuestra vida.
La nostalgia es diversa. Forma parte del ser humano y de las leyes de la naturaleza con mayor o menor éxito y rotundidad. El sentido más estricto de la vida, el racional, nos enseña que dejar ir forma parte de cualquier proceso de nuestra existencia, pero no nos niega el derecho a sentir nostalgia por quienes ya no están, por la juventud que se fue o por no volver a tener la piel firme.
Dejamos atrás el acné, el apurar la vida hasta el último segundo. Superamos la movida madrileña, la dichosa moda de los 90, el dormir en la playa una noche de verano porque no importaba; sin embargo, los filmes de Garci o leer a Baroja nunca cayeron en el olvido, porque eso también es nostalgia. El sentido de lo auténtico, el placer de lo clásico. La nostalgia aparece a cierta edad, solo a cierta edad, porque ahora no podemos disfrutar igual que a los quince años. Y, duele, cuánto duele.
Cuando vivía en el extranjero fui pobre como un piojo, sin embargo, libre como nunca y, aunque pudiera renunciar a ciertas cosas, entre ellas a placeres absurdos y sibaritas, no podría renunciar de nuevo a saltar al vacío como en aquellos días que ahora, mientras escribo estas líneas, echo tanto de menos.
La nostalgia para mí es saber que no volveré a Nueva York nunca más por primera vez, comprender que no volveré a oír la voz que apenas recuerdo de mi abuelo. Nostalgia es saber que los días del esplendor en la hierba han dejado paso a las prisas y a la puntualidad por asistir a reuniones.
La nostalgia y por distintas razones, en algún momento de nuestra vida, nos desea que algo, una vez empezado, jamás termine.
A veces me siento como el personaje interpretado por Johnny Deep en Blow diciéndome a mí mismo frente al espejo aquello de ya no hay caballos blancos, ni mujeres guapas en mi puerta, pero alzo una sonrisa sabiendo que mi ambición sobrepasaba mucho mi talento.
Fotografia de portada: STYLANDER / Gallery Stock