Pasan pocas cosas
Y justo por eso, todo se queda.
Una tarde de verano que no va a ninguna parte.
La luz cayendo lenta.
Una conversación que no empuja, tampoco gira, no rompe.
Pero no quieres que se acabe.
Silencio largo. No incómodo. Vital.
Como el punto y aparte en mitad de una frase.
Como en ese preciso momento en que sabes que no tienes que decir nada más.
A veces la vida no es lo que pasa,
sino lo que no se mueve.
Lo que insiste.
Lo que no se borra.
Errores.
Aciertos.
Ese pensamiento al que vuelves cuando todo está en pausa.
Como aquel piloto de Seinfeld que vendieron diciendo que no pasaba nada.
Y no pasaba nada.
Y sin embargo.
Pasan pocas cosas
Porque hay algo que queda.
No en el guion, más bien entre las frases.
En cómo uno mira por la ventana sin esperar.
En cómo cae una tarde de junio sin nadie que la despida.
Todo eso que no se cuenta.
Pero te acompaña.
Como esa última escena que no resuelve nada.
Y justo por eso, no se olvida.
A veces lo eterno solo pide que no lo interrumpas.