Los años no me han hecho más viejo, ni más consecuente, sino alguien que adivina mejor la oportunidad, que prefiere callar y confiar a abrir la boca para poner en duda, alguien que considera más importante saber irse a tiempo que llegar puntual
Decía Paul Valery que el hombre es un pájaro atrapado fuera de la jaula; pues ahora todos estamos dentro, y lo peor es que lo único que se espera de nosotros es que no salgamos.
Llevamos más de 20 días de confinamiento, y digo llevamos por sentirme uno más, pero mi retiro empezó en octubre con los primeros días de frío y con la cabeza llena de pájaros que entraron y se quedaron ahí silbando Promesas que no valen nada. Y es que yo; el frío, los días cortos y las mentiras son cosas que llevo verdaderamente mal.
Ahora sé que un confinamiento empieza por un Real Decreto y no por un reloj que nunca está en hora a la hora de la verdad. Si tiene razón David Trueba cuando dice que leer el periódico por la mañana te da una ventaja de un día sobre el resto, a mí estos meses me han dado bastante ventaja para aprender a controlar este tiempo. Los días empiezan con una mezcla de olor a pan tostado e incertidumbre, la incertidumbre de no ser tan felices como en tu cabeza deberíamos ser, y es que somos una generación moldeada por películas y fotos en redes sociales. Así que esta nueva mañana de confinamiento es sólo una más, pero ya sólo huele a pan tostado, porque es mejor no creernos todo lo que vemos a través de las pantallas, puesto que ahora todos somos publicistas de nuestra propia vida. Tampoco debemos esperar a quien quiere llegar tarde, porque en eso consiste saber irse a tiempo. Habrá quien os diga que más vale tarde que nunca, pero que no os engañen, no hay nada peor que tarde y tarde no es lo mismo que impuntual
Unos días atrás, en una de esas carambolas inexplicables que sólo ocurren en Youtube, estaba viendo un video de osos cazando salmones a zarpazos y acabé en una entrevista a Bob Dylan a raíz de su ultima canción, que más que una canción parecía un podcast, “Bob Dylan ha hecho un podcast sobre Kennedy” le escribí a un amigo nada más escucharla. Me la puse antes de echar pasta de dientes en el cepillo y cuando me fui a meter en la cama pensé que se estaba reproduciendo en bucle. Iba por el minuto 10:37”.
En esa entrevista le preguntaban: «¿Por qué siempre estás de gira, Bob?» éste se quedó en silencio y tras unos segundos acabó respondiendo con otra pregunta: «¿Qué hay en casa?»
Dejé el video en pausa y me puse a pensar sobre lo que había en casa y encontré mucha carga emocional, que para una mudanza es lo que menos pesa, pero en el día a día parece una mochila de himalayista. Acabé deshaciéndome de unas cuantas cosas: empezando por un cargador de móvil roto y terminando por unos post it llenos de palabras que no valen nada. Entre medias desfilaron entradas de conciertos a los que no volveremos, apuntes en sucio que nunca pasamos a limpio, apuntes en limpio que dejamos que se ensuciaran, tarjetas de visita de sitios en los que ya estuvimos, la llave de un hotel que apareció un día en una maleta y un mapa de pistas de un lugar en el que me hubiera encantado perderme.
Una vez aligerada la carga emocional de mi casa, continué elaborando mentalmente una lista de propósitos, como si un día en vez de acabar el confinamiento fuera a empezar un año nuevo. El problema es que ahora sólo tendríamos ocho meses para incumplirlos todos, o menos quizá.
Los días tienden a evaporarse, pero la vida va en serio, ya lo escribió Gil de Biedma y lo cantó Loquillo lo importante es que nosotros nos demos cuenta. La vida no es rápida, ni pasa en un suspiro, ni parece que fue ayer y tampoco es elástica, así que por mucha velocidad que coja no nos hará daño cuando vuelva de golpe y todo eso que un día sirvió para algo ahora sólo son restos de stock.
Hasta lueguito, joder.