Hemos creado una sociedad, que, desde luego nunca se preocupa por lo que sucede después de lo sensacional. Una apuesta segura por lo efímero.
La vida de los demás en general da igual desde dónde la veamos, es como un maldito libro. Una vez hayan leído la primera frase ya no serán capaces de cerrarlo. Sospecho que hacer un resumen del mundo actual es puro esnobismo, nadie sabe menos del folclore intelectual que se destila en la tierra que yo. A nadie le gusta leer ni escuchar como otra persona interpreta como somos en realidad.
‘’Somos una generación moldeada por Facebook, Instagram y las películas’’. Javier Aznar
Esta manera de moldearnos que comenta Javier Aznar es solo una forma de entender mucho de lo que nos sucede a grandes rasgos. Creemos que el resto de la humanidad es tan feliz como muestran sus fotos o en sus estados. Los ‘otros’, esa tribu rival a la que espiamos con un moderno catalejo desde nuestra isla desierta. Y no solo eso: creemos merecer esa felicidad a cualquier precio. Incluso al precio de estar solos, incluso acompañados.
Nos hemos vuelto caprichosos, adictos al ‘momentazo’. A retratar en vez de sentir, a dar el visto bueno al resto del planeta a través de likes en fotos perfectamente estudiadas. Lo queremos todo, lo queremos ya.
Fíjense qué curioso sería que al final terminásemos pareciéndonos en esencia a las personas que criticamos por su manera de ser y de actuar. Al parecer somos la tribu urbana a la que si preguntan ‘qué tal estamos’, si no tenemos un emoticono a mano no sabemos bien qué contestar.
Creo, supongo, que hay vida más allá de una foto donde mostrar relajación, placer o felicidad, o lo que sea. Me aterra pensar en que nos hemos convertido en superficiales a marchas forzadas. No creo que queramos mostrar una vida tan impostada ni tan relativa.
Subimos una historia esperando un ‘me gusta’ y un comentario. Es algo así como jugar a lanzar la pelota y, al mismo tiempo ir a buscarla para lanzarla una y otra vez.
La adicción a dar el visto bueno a la vida de los otros es inherente a la condición humana. Un hilo invisible desde el que recomendamos según nuestro gusto y criterio, pero también desde el cual apedreamos los cristales si algo no nos parece agradable.
– ¿Bailas?
– No bailo nunca
– ¿Entonces qué haces cuando suena la música?
– Suelo estar en la barra
Todos tenemos una idea aproximada de lo que nos gusta en los demás, seguimos a este o aquel otro precisamente por eso. Algunos dirán que observar el comportamiento ajeno es una especie de droga en lo que nos inspiramos Todos somos una especie de isla, de ejército de uno o de voces en contra que inquietamos a quienes no nos conocen aún.
¿Han probado a hablar con quien solo os conoce de una red social? Háganlo, dejen a esa persona que hable y que esboce un retrato robot de ustedes en dos minutos. Asusta.
Entiendo que cierta gente viva obsesionada en general con la novedad, con las invitaciones exclusivas o lo que creen exclusivo, con salir en la foto y todas esas curiosidades que nos ha dejado Instagram, pero yo no bailo nunca o lo que es lo mismo, prefiero salir sólo en la foto que decido.
Es una especie de piel debajo de la piel, puedo parecer el personaje de Robert Redford en el Gran Gatsby a primera vista, pero realmente tengo el alma de David Hemmimgs en Blow Up. Suspiro más por hacer la foto que por salir en ella.
Tal vez sea el peor fotógrafo de cualquier evento de sociedad además, no bailo nunca.
¡Sean felices!